El asesinato de cinco jóvenes estudiantes
Por: Iván C Montecinos
Autoridades de seguridad informaron este miércoles el hallazgo de los cadáveres de cinco estudiantes secuestrados, supuestamente por pandillas, hace unas tres semanas en la ciudad de Santa Tecla. Lamentable noticia que golpea con crueldad a cinco familias que afanosamente buscaron a sus hijos, con la esperanza de encontrarlos con vida. Esta es la cruda realidad de la ola delincuencial que azota al país.
El asesinato de estos cinco jóvenes se presenta pocos días después en que con gran despliegue mediático se destacara la visita al país del Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, quien durante en un ceremonioso acto celebrado en el penal de Mariona, se reunió con prisioneros líderes de las principales pandillas que operan en el país, para ofrecer su respaldo al proceso de dialogo y pasificación que estos están desarrollando.
Posteriormente el Secretario General de la OEA, participó en un celebre acto en una plaza del Centro de San Salvador, donde miembros de pandillas, con sus rostros cubiertos llegaron cargando unos pesados bultos que contenían una cantidad de armas de todo calibre, las cuales fueron utilizadas para cometer delitos. Esta “primera entrega parcial de armas” fue al mejor estilo de cuando en El Salvador, se pactaron los acuerdos de paz y en ese marco la guerrilla realizó la entrega formal de su armamento de guerra.
Al final de su corta visita al país el Secretario General de la OEA, se comprometió a seguir de cerca el proceso de “paz” que han iniciado las dos principales pandillas y que ha significado una sensible baja en los homicidios que según datos oficiales ha bajado de catorce a seis asesinatos, sin tomar en cuenta el número de desaparecidos que al final terminan asesinados como es el caso de estos cinco estudiantes en Santa Tecla.
Ciertamente es evidente y reconfortante para la población que los homicidios registren una notable baja, aunque existe la preocupación por el considerable aumento en los secuestros y posterior desaparecimiento de personas, en su mayoría jóvenes. Ante este fenómeno altas autoridades gubernamentales han tratado de minimizar este delito, con argumentos de que muchos desaparecidos se dan por abandono de sus hogares, otros salen fuera del país, algunos aparecen con el tiempo y los menos aparecen asesinados, como es el caso de los cinco estudiantes tecleños.
A pesar de la baja de homicidios, gracias a los acuerdos entre las pandillas, en El Salvador no se experimenta una reducción en otro tipo de delitos, como son los asaltos, hurtos, lesiones y las fastidiosas extorsiones que abaten a la mayoría de comerciantes y empresarios, acciones delictivas que en la mayoría de los casos quedan en la impunidad. Algunos dueños de buses, con respecto a las extorsiones expresan que este delito al contrario de reducirse, cada día se tecnifica y últimamente han aumentado los montos en la cantidad de dinero solicitado bajo amenazas.
El delito de la extorsión esta tan generalizado que este se ha propagado hasta tocar a grupos familiares que dependen de sus salarios para vivir. En algunos casos quienes extorsionan no son solamente pandilleros, si no que este flagelo es utilizado por delincuentes comunes quienes amenazan a sus victimas con atentar contra sus hijos y demás familias, lo que provoca un pánico, que muchas veces obliga a las familias amenazadas tengan que abandonar el país dejando abandonados sus trabajos y pertenencias, truncando de esa manera muchos sueños de personas que son potencialmente importantes para el desarrollo de El Salvador.
Bueno sería que en este “proceso de paz” que llevan adelante los lideres de pandillas y que hoy estará bajo la supervisión del OEA, se llegue al entendimiento de terminar con el flagelo de los desaparecidos, las extorsiones y otros delitos que ponen en riesgo la vida de miles de salvadoreños.
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